Siglo XVIII
Personificación del Día
Alabastro, cm 11,5 x 17,5 x 5
Con base cm 14,5 x 20,8 x 11,7
El Día es una escultura en mármol (160x150 cm) que Miguel Ángel realiza entre 1526 y 1531 en la Sacristía Nueva en San Lorenzo en Florencia. En particular, es una de las cuatro alegorías de las Partes del Día, y se encuentra a la derecha sobre el sarcófago de la tumba de Giuliano de' Medici, duque de Nemours.
Giuliano de' Medici, duque de Nemours, primer personaje de la Casa Medici en obtener un título nobiliario, murió en 1516 a los treinta y siete años. Tres años después desapareció también su sobrino, el coetáneo Lorenzo, duque de Urbino, extinguiendo las líneas legítimas de descendencia del ramo principal de la familia, con gran consternación del papa León X (al siglo Giovanni de' Medici, respectivamente hermano y tío de los dos duques), que tanto se había deshecho por el ascenso de su propia familia. Nació en estas circunstancias la decisión de confiar a Miguel Ángel la construcción de un sepulcro principesca para los dos vástagos fallecidos, para insertar en la iglesia de familia, San Lorenzo en Florencia y que tomó posteriormente el nombre de Sacristía Nueva. Establecido hacer un ambiente gemelo a la más antigua Sacristía Vieja de Brunelleschi, se pensó en sepultar en este nuevo sacello monumental también a los dos "Magníficos", Lorenzo (m. 1492) y Giuliano (m. 1478), respectivamente padre y tío del papa. La reproyección de la Sacristía Nueva se inició ya hacia 1519, y los trabajos comenzaron en 1521. Después de la interrupción por la muerte del papa, se reanudaron en 1524, cuando el artista, para el nuevo pontífice mediceo Clemente VII, estableció definitivamente la estructura arquitectónica del complejo. Los modelos para los sepulcros de los dos "duques" fueron preparados ese año. La obra se prolongó mucho y Miguel Ángel llegó a una solución con un número menor de estatuas respecto a lo programado: solo tres en lugar de cinco o siete.
El Día fue probablemente iniciado en 1526, cuando la tumba de Lorenzo estaba terminada y la de Giuliano iniciada. La estatua debió ser terminada después de la reanudación de los trabajos tras la pausa forzada del asedio de Florencia y sus consecuencias, siendo dejada en un estado de vistoso "no-finito" a la partida del artista para Roma en 1534. El Día está representado como una personificación masculina, semidistendida y desnuda, como las otras estatuas de la serie. Ella tuvo como modelo, quizás, las divinidades fluviales del arco de Septimio Severo, el Torso del Belvedere de quien retomó la potente estructura anatómica en tensión. Retomó además la pose del Niño en la juvenil Madonna della Scala y aquella de uno de los desnudos bronces en la bóveda de la Capilla Sixtina. Es la única, entre la serie de alegorías, en dar la espalda al espectador, en una pose opuesta respecto a aquella de la cercana Noche. El codo izquierdo está plegado en apoyo, mientras que el brazo derecho se alarga hacia atrás para buscar algo: solo el antebrazo está efectivamente esculpido, la mano en cambio se pierde en la parte no esculpida. Las piernas están cruzadas en sentido opuesto a la rotación del busto y esta torsión es evidenciada también por la rotación de la cabeza hacia el espectador. El rostro barbudo, apenas esbozado, muestra solo una expresión misteriosa, altamente evocativa y emblemática precisamente por su incompletitud. La obra ha recibido numerosas interpretaciones: símbolo político de la rebelión de la esclavitud, o tema autobiográfico del impulso hacia la libertad; símbolo de la luz cristiana o personificación de la vida; alegoría del fuego o del temperamento colérico; personificación de la acción, del dolor, de la ira, del desprecio o de la venganza.
La obra en examen está extraída de la célebre estatua michelangelesca y se coloca entre finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX en pleno periodo del Grand Tour durante el cual los nobles vástagos se dirigían a Italia para explorar las bellezas y construir colecciones, como aquellas de los célebres Charles Townley (1737-1805), venido a Italia bien cuatro veces, acumuló una cantidad increíble de obras clásicas entre vasos, bronces y monedas, a las que se añadió una vasta biblioteca con manuscritos e impresiones. El artista vuelve a trazar las facciones de la estatua sin ese sentido de no-finto que impregna la obra de Miguel Ángel, y fija la tensión plástica en un material noble como el alabastro, que dona al ejemplar cualidades y preciosidades elevadas.
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