Siglo XVII
Columnas salomónicas con uvas y vid
(2) Madera, cm h. 125
Estas preciosas columnas de madera dorada, atribuibles al siglo XVII, demuestran la habilidad alcanzada por los artesanos italianos de la época dada la dificultad de elaboración de la tipología salomónica. La refinada espiral aligera la estructura, confiriendo impulso y vitalidad a un elemento arquitectónico que parece en perpetuo movimiento. La definición en espiral también evoca el mundo vegetal, aquí acentuado por la refinada decoración con zarcillos de vid y racimos de uvas que se suceden a lo largo de todo el fuste. Hojas y bayas no son un mero elemento decorativo y arquitectónico, sino una obra escultórica verdadera y propia, digna de admirar por la atención al detalle y el cuidado puesto en la representación volumétrica. Las columnas presentan, además, una marcada policromía, donde la opulencia dorada del capitel y del zarcillo de vid contrasta con la tonalidad parduzca de la columna y las más verdosas de las hojas y las uvas.
La columna salomónica también se llama columna "salomónica" ya que, según la tradición cristiana, era el elemento sugerido por Dios a Salomón en el momento de la construcción del Templo de Jerusalén (siglo X) y, por lo tanto, considerada arquitectura divina. Utilizadas ya en la primera edad imperial, sobre todo en los sarcófagos, la columna salomónica se convirtió pronto en una interesante variación arquitectónica del clásico fuste longilíneo, difundiéndose también en el ambiente paleocristiano. Fue a partir del 70 d.C. que la columna salomónica empezó a adquirir un significado religioso: después de la destrucción del templo de Jerusalén, de hecho, el emperador Constantino donó las columnas salomónicas de mármol pario que, originariamente seis y luego aumentadas a doce por el papa Gregorio III en el siglo XVII, fueron a formar la antigua Pérgola de San Pedro en la homónima Basílica. Muy utilizadas en la edad románica, las columnas salomónicas fueron parcialmente dejadas de lado en la época renacentista, cuando se volvió a mirar a la clasicidad de la columna lisa o acanalada, haciendo su reaparición en Roma a principios del siglo XVI, primero en las pinturas de Rafael y de su escuela, y posteriormente en la arquitectura manierista. El apogeo del esplendor se alcanzó en el periodo barroco, como testimonia el célebre ejemplo que hizo escuela, a saber, el Baldaquino realizado por Gian Lorenzo Bernini en 1624 en la Basílica de San Pedro, con sus imponentes columnas salomónicas de bronce.
Desde un punto de vista más simbólico, las columnas eran a menudo empleadas por la tradición cristiana como metáfora para indicar a aquel que vencía las batallas del espíritu (Apocalipsis, 3,12). En la presente pareja el significado alegórico se enriquece ulteriormente con la presencia significativa de los zarcillos de vid y de la uva que, en la Biblia, asumían funciones de bienestar, fecundidad y bendición; a ella está conectado también el vino, símbolo de alegría, de fiesta nupcial, de alianza. Jesús mismo se define vid (Evangelio según Juan 15,1-8): él es fuente de verdadera vida, mientras que los creyentes son los zarcillos; viviendo unidos a Él, como el zarcillo vive de la linfa de la vid, gozan de la vida plena y dan frutos.
Otra posible clave de lectura es la profana, que ve la vid como símbolo del vino, del mundo dionisíaco y báquico, que debe conectarse a los conceptos de abundancia y riqueza.