Siglo XVIII
Sibila cumana y Sibila eritrea
Óleo sobre lienzo, cm 38x30
Con marco, cm 50x40
En el mundo antiguo había muchos adivinos y profetas que emitían predicciones en nombre de un dios. En las sedes oraculares, estaba difundida la creencia de que habían existido muchas intérpretes femeninas de la palabra divina, no sujetas al paso del tiempo, aisladas del mundo y poco inclinadas a mostrarse a ojos humanos; estas eran las Sibilas. La Pitia de Delfos es el caso más conocido, pero el escritor latino Marco Terencio Varrón (116-27 a.C.) enumeró diez: la persa, la eritrea (de Eritre, en Lidia), la helespontia, la frigia, la cimmeria, la líbica, la délfica, la samia, la cumana y la tiburtina (algunas representadas por Miguel Ángel en la Capilla Sixtina). Incluso, alguien pensaba que se trataba de una única Sibila, inmortal, que se desplazaba por los diversos lugares. La Sibila Cumana es una de las figuras más fascinantes que emergen de la literatura latina: los textos redactados de su puño y letra, entregados, según la tradición, por la profetisa a Tarquinio el Soberbio, y conservados en el Capitolio, eran percibidos como referencia fundamental para los Reyes de Roma y posteriormente para las figuras destacadas de la República romana. Tras la cristianización del Imperio Romano, esta figura, resemantizada, se presenta en las escrituras como predictedora de la venida de Cristo.
En nuestro cuadro la sibila está representada de pie: entre las manos sostiene un estandarte que lleva la representación de la adoración de los magos, evento crucial para la historia de la humanidad que la sacerdotisa está anticipando a través de la profecía que describe la escena y, al mismo tiempo, la prevé: “SUA DONA MAGI CUM LAUDE FERENTES”, es decir, los Magos portando sus dones con honor. Esta breve profecía, que se completaría con objicient puero myrham, aurum, thura sabae, es decir, mostrarán al niño mirra, oro, incienso sabaeo, ha sido asociada también a la sibila cimmeria a lo largo de los siglos, pero tendencialmente en las representaciones artísticas se asociaba a la cumana, que por lo tanto se acerca a la imagen de la adoración de los Magos. Como confirmación adicional del poder profético de la sibila encontramos a sus pies, en la derecha de la composición, uno de los míticos libros que recogían las fundamentales previsiones relativas a los desarrollos de la historia de Roma y del Cristianismo. Las vestiduras drapeadas y la mirada serena pero, al mismo tiempo, extremadamente decidida dirigida al observador contribuyen a proporcionar una impresión de absoluta autoridad a este personaje místico e intrigante.
La figura de la Sibila eritrea era venerada desde la antigüedad: era una de las más respetadas profetisas del mundo antiguo, ligada al oráculo de Apolo en Erythrae. Sus profecías eran consideradas inspiradas divinamente. La Iglesia cristiana la incluyó entre las doce sibilas que profetizaron el advenimiento de Jesucristo, integrándola en una narración más amplia de la historia de la salvación: entre los atributos propios de su representación, ya desde la baja Edad Media, se encuentra de hecho el pergamino, que a menudo lleva versículos que remiten a la encarnación de Cristo o lenticulares representaciones de la escena de la Anunciación.
El cuadro en cuestión retrata una figura femenina sentada, identificable como la Sibila Eritrea gracias a la inscripción "SIB ERITREA" visible en la base leñosa sobre la que se inserta un marco leñoso dentro del cual está precisamente representada la Anunciación. La Sibila está representada con una expresión pensativa y serena. Viste un traje con mangas anchas de color rosa salmón, drapeado con un tejido azul sobre los hombros. Un broche dorado con una piedra central decora su pecho. La parte inferior de su vestido es de un verde oscuro aterciopelado, y sus piernas están cubiertas por una tela más clara, quizás blanca o marfil, que se riza delicadamente. En los pies lleva sandalias rojizas que se atan alrededor de los tobillos. Su cabeza está adornada con una corona de flores azules y hojas verdes, y su cabello castaño está recogido en parte detrás de la nuca. Su mirada está dirigida ligeramente hacia la derecha, confiriendo un sentido de contemplación. En la sección superior de los grandes rollos de pergamino sobre andamio de madera hay tres carteles que llevan las inscripciones “HUMANITATI”, “IUNGETUR” y “DIVINITAS”, términos que si se leen juntos se traducirían como la divinidad se une a la humanidad. En la tradición cristiana, de hecho, a la sibila eritrea se le atribuye una profecía sobre el nacimiento del Redentor y, más en general, la Redención de la humanidad; concordemente con la profecía en la edícula está representada una Anunciación con el descenso del Espíritu Santo y del Niño a la Virgen que está recibiendo el anuncio del arcángel Gabriel. Por último, si se considera la palabra “DIVINITAS”, ella puede ser también interpretada como adivinación o don de la profecía, dando así una matiz de significado cercano al papel de la representada.