Escuela italiana, siglo XVII
Madonna con el Niño y San Juanito
Óleo sobre lienzo, cm 86 x 99
Con marco, cm 113 x 93
La pintura del siglo XVII presenta a la Virgen intentando presentar al Divino Niño al pequeño San Juanito, presentado con sus atributos principales, el bastón de caña con culminación cruciforme y la piel de cabra apoyada sobre los hombros, ejemplificativos de su futuro eremitismo en el desierto. De particular intensidad emocional en la pintura barroca es la íntima relación entre la madre y el niño, que se dirigen mutuamente una mirada amorosa. La Madonna lo sostiene dulcemente sosteniéndole la manita, en un gesto que da a la composición una profunda humanidad y un sentido de realismo y verdad que denota toda la línea de desarrollo de la pintura italiana del siglo XVII. San Juanito ofrece a Jesús Niño una bandeja con peras y Cristo se prepara para agarrar una por el tallo. En el contexto del cristianismo, la pera, aunque no es uno de los símbolos más difundidos o explícitamente mencionados en las Escrituras como, por ejemplo, la uva o la manzana, ha asumido diversas valencias positivas en el arte y en la iconografía sacra, sobre todo a partir de la Edad Media y en el Renacimiento. Generalmente ésta simboliza la Bondad Divina y el profundo Amor de Dios por sus fieles: La dulzura intrínseca del fruto de la pera la ha convertido en un símbolo de la bondad del Creador y del amor del Señor por la humanidad. La simbología de la pera recurre a menudo en las representaciones de la Virgen María con el Niño Jesús. En este contexto, simboliza el amor y el afecto profundo entre Madre e Hijo, y más en general el amor de Dios por la humanidad a través de la figura de Cristo. Ligada al concepto de amor divino, la pera puede también representar la Redención, la salvación ofrecida por Cristo a la humanidad. Es interesante notar cómo el simbolismo de la pera es casi exclusivamente positivo en el arte sacro, distinguiéndose de otras frutas que pueden tener connotaciones más ambivalentes (como la manzana). Su presencia en pinturas, en particular las marianas, es un sutil llamado a conceptos de amor, gracia y salvación.