Siglo XVII, escuela emiliana
Paisaje rural con escenas galantes
Óleo sobre lienzo, cm 37 x 47,5
Con marco, cm 61 x 50,5
La amenidad bucólica del presente se refleja en las alegres escenas galantes que salpican su superficie. El locus amoenus descrito reflexiona sobre la inflexión más tradicional de la Arcadia, que en la transfiguración literaria fue escenario por excelencia de la vida pastoril más despreocupada y fuera del mundo; la pintura resulta por tanto anticipadora de lo profesado por la verdadera y propia Academia poética de la Arcadia que se constituyó en Roma en 1690, pero testimonia con entusiasmo las febriles invitaciones a su acogida, entonces difundidas en los salones culturales más a la vanguardia de toda Italia. Teócrito primero y Virgilio después habían despertado con Idilios y Bucólicas esa capacidad típica del mundo natural de permitir una evasión de la realidad; la contemplación de los perfectos frutos naturales que le siguiera evocaría en los espíritus de los hombres soñadores retornos a los orígenes. El paisaje bucólico era capaz de cadenciar positivamente la vida material, y constituía la concretización de un lugar privado de incivilidades y fealdades, donde solo sueños, músicas silvestres y homenajes a la naturaleza fecunda eran admitidos.
En la presente pintura, figuras difusas de pastorcillos recalcan el mismo intento de sublimación de la vida terrena, reunidos en pareja, mientras que niños según el modelo de los antiguos putti-amorini alegran el campo con flores y pétalos. Los juegos de estos y los dulces afectos de los otros personajes se representan a través de pinceladas líquidas y vibrantes, destellantes de una blanca luz que se contrapone a la oscura sombra del sotobosque. En la lejanía, el cielo se estrecha mediante una pincelada plateada y plana, mientras que el desarrollo vertical de los promotores con arquitecturas contribuye a introyectar un luminoso haz de luz en el claro herboso. Las frondas y la alfombra herbosa del fragmento paisajístico se representan mediante una pincelada digital, que revela la marca italiana del presente, influenciada contemporáneamente por los influjos europeos del siglo XVII que confluían entonces en la capital. La cultura evocadora de la Urbe atrajo a múltiples artistas de la ciudad de Bolonia, del norte de Italia, pero también de territorios más allá de la franja alpina, como Claude Lorrain y Nicolas Poussin. El legado histórico-artístico de las escenas pastorales italianas fue así capaz de reforzarse con los formalismos más funcionales y particulares de los adornos procedentes del extranjero, como el temblor expresivo del presente, similar al léxico francés coetáneo.
La tipológica restitución al idilio pastoril, de acuerdo con las cualidades estilísticas intrínsecas de la obra, permite especificar la sólida pertenencia del presente a la mano italiana, similarmente a lo que entonces se iba perfilando en el ámbito pictórico dentro de la escuela emiliana. Se recuerdan a tal propósito los influjos latentes de dos decisivos paisajistas extranjeros que transitaron por el cinturón emiliano, como Claude Lorrain (1600-1682) y Nicolas Poussin (1594-1665); antes de ellos, Giovanni Battista Viola (1576-1622), también comprometido en suelo romano, sembró un prontuario figurativo para los paisajistas sucesivos; igualmente el célebre Domenichino (Domenico Zampieri, detto, 1581-1641) hizo de los amplios panoramas, salpicados de una naturaleza deshilachada y filamentosa, con puñados de figuritas esparcidas para colorear sus anfractuosidades, una constante ejemplar del paisajismo emiliano, como igualmente sucede en el presente.